Libro recomendado: Tantra de la fuente suprema

El objetivo del Dzogchen es el re-despertar del individuo al estado primordial de iluminación que existe de forma natural en todos los seres humanos. La senda de autoliberación del Dzogchen es distinta de otras vías buddhistas de renunciación (características de los Sutras) y de transformación (propias de los Tantras).
En Tantra de la fuente suprema, Chögyal Namkhai Norbu presenta el mensaje del Dzogchen a través de uno de sus textos más antiguos, el tantra Kunje Gyelpo, personificación del estado primordial del despertar. Este tantra es la escritura fundamental del Semde, la fuente más autorizada para entender el Dzogchen. En la primera parte, se ofrece una detallada introducción a sus orígenes, los linajes de transmisión y los principios básicos del Dzogchen. La segunda parte incluye un comentario del autor que ayuda a comprender estas enseñanzas desde un punto de vista práctico. En la tercera parte, Adriano Clemente traduce las principales secciones del tantra original.

Vacuidad : KU, Śūnyatā


En la realidad que no se deja congelar no hay un antes o un después.
Según el budismo Mahayana la ultima verdad que en todo esta presente, el Dharma, se nos revela solo a través de la vivencia directa de lo que llamamos el vacío, Ku en japonés o Shunya en sanscrito. La experiencia que nos enseña que nuestro sueño es parte de la realidad y que si no fuese por nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras emociones, no distinguiríamos entre el sueño y la realidad y menos aun sería posible hacer un sueño realidad.
Así, es la experiencia del vacío lo que nos enseña que un ruido no viene ni solo de adentro ni solo de exterior. La experiencia que nos dice que la realidad no es algo que se pueda conservar o que se pueda domar, pues la realidad es el presente vivo que cambia de instante a instante en la cual no hay ni objeto ni observador y que no conoce ni comienzo ni tiene fin. La realidad que es el Dharma mismo que ni requiere reconocimiento ni puede ser establecido por ninguna ley. El Dharma que tampoco puede ser impuesto a través de ningún texto que ha sido revelado con el fin de congelar la verdad para así poder imponer cualquier forma de autoridad. Pues un ruido aparece y luego no está, hasta que otro ruido aparece y este también se va.
Y así como la experiencia del vacío influye en nuestro interior lo hace también en la manera de percibir los cambios sociales a nuestro alrededor. Nos da a comprender que cuando se habla de experiencia en el Zen esta no puede estar ligada al tiempo que conoce comienzo y tiene fin, pues abrir los ojos no es una cosa de años si no que solo de un instante y cuando se abren da lo mismo cuanto tiempo nos hemos mantenido en la oscuridad. Y también nos conduce hacia algunas conclusiones en respecto a la vida en sociedad ya que nos encontramos con el hecho de que si los fenómenos sociales tales como la emigración tienen esencia alguna esta se encuentra en la interconectividad. Un proceso social en el Budismo conocido como la mutua interdependencia de los fenómenos y que nos demuestra de que manera se relacionan los fenómenos entre si. Pues si observamos con atención de que manera se relacionan los fenómenos entre si, claramente queda en evidencia el hecho de que toda acción local, por insignificante que la creamos ser, tiene efecto en todo el mundo a nuestro alrededor. Algo que vale también para los muros de protección ya que los muros separan y esta separación crea desconfianza y hacen imposible la comunicación que seria necesaria para abordar la migración desde su raíz. Pues el problema de la migración consiste en primer lugar en que la personas se ven obligadas a emigrar porque la situación político social en las que viven en sus países de origen no les deja otra opción. ¿Pero como comunicar si el dialogo se ve substituido por la desinformación? De esta manera queda claro porque los muros de protección crean prisioneros por ambas partes. Unos presos en la angustia de tener que aguantar una situación de humillación y los otros presos por el miedo y la codicia de perder un privilegio que hay que defender.
El Fukanzazengi del maestro Dogen continua de la siguiente manera:

Debéis en consecuencia abandonar una práctica basada en la comprensión intelectual, corriendo detrás de las palabras y ateniéndoos al sentido literal. Debéis aprender el giro que dirige vuestra luz hacia el interior, para iluminar vuestra verdadera naturaleza. El cuerpo y el espíritu se borrarán por sí mismos, y aparecerá vuestro rostro original. Si queréis alcanzar el Despertar, debéis practicar el Despertar sin demora.
Tal vez sea importante aclarar que significa abandonar la comprensión intelectual del Dharma. La palabra Dharma misma ha sido muchas veces traducida del sanscrito al español como “ley natural” o “orden social”. Una traducción que si se reduce al valor semántico de estas palabras en nuestro contexto cultural da amplio margen a la confusión, pues la verdad es que en el budismo Zen el Dharma tiene que ver con este instante aquí y ahora y no con una verdad preestablecida. 
Pues de otra manera el Dharma seria una enseñanza más que divide entre quien tiene la razón y quien no o que separa entre los de esta parte y los de la otra parte del muro de protección. Pero el Dharma no es un consejo. Ni tampoco una experiencia que compartimos con el fin de imponer nuestra autoridad. El Dharma que va más allá de la intelectualidad es la más próxima e inmediata realidad. La verdad que encontramos cuando volvemos de la actividad mental, del ideal, a la realidad y que nos da a entender que todos somos habitantes del mismo planeta azul, donde todos sus habitantes, sean estos humanos, animales o cosas, interactúan constantemente entre si, donde todo es inpermanente y donde todos los seres nacen libres e iguales en dignidad y en derechos sin ningún tipo de distinción sea de raza, color u origen nacional. Pues el Dharma es el vacío mismo en el cual un ruido no viene ni solo de adentro ni tampoco solo del exterior.
Un ruido es un simple sonido y nada más, pero a la vez es el más alto Dharma, es Buda, es Dharma, es Sangha, ya que si lo dejamos pasar sin comentarlo comprenderemos que ese ruido, en ese mismo instante en el que lo escuchamos, no es otra cosa que el Yo.

Karma: La ley de causa y efecto


Karma
Karma (sanscrito: karman, pali: kamma) que traducido significa hecho o acción es una palabra de moda en nuestra cultura occidental y que frecuentemente se interpreta como una energía superior que afecta el curso de nuestras vidas y que determina sobre clemencia o libertad.

En el budismo la palabra Karma describe el principio de causa y efecto. Una ley según la cual toda acción, sea física o espiritual, tiene sus respectivas consecuencias. Ósea que en el budismo somos nosotros mismos los que a través de sus intenciones y acciones crean Karma. Karma que conlleva mas vinculación en el mundo de samsara que por lo tanto implica sufrimiento. Por lo tanto si el budismo de las diferentes tradiciones tiene una meta común, esa es dejar de producir Karma. ¿Pero como conseguir dicha meta? Según el budismo antiguo, el Karma es la consecuencia del apego a los tres venenos del espíritu: la avidez, la rabia y la ignorancia y para abandonar Samsara es necesario abandonar completamente estos venenos del espíritu. Una apuesta que a primer instancia suele estar completamente opuesta al Budismo Mahayana y con ello al Zen. Esto porque según la comprensión del Zen el deseo a desapegarse es en si fuente de apego y de ilusión y por lo cual todo intento de escapar de Samsara implica la creación de un nuevo circulo de Samsara. Razón por la cual en el Zen los cinco skandhas, la forma, la apariencia material, los sentidos, la apariencias espirituales y la conciencia, son expresiones de la impermanencia y de la falta de existencia independiente y por ello deben ser el objeto de la práctica. Según el maestro Dogen, solo de esta manera, aceptando todos nuestros apegos como fuente de nuestra práctica, es posible encontrar Nirvana en Samsara y alcanzar la verdadera paz.
Mucha veces se pregunta desde la perspectiva occidental si en el Zen, al ser una religión del aquí y ahora, existe la ética y la moral. Y efectivamente resulta difícil hablar de la moral y la ética sin ser en el mismo instante inmoral. Esto dado que la realidad de este instante va más allá de cualquier concepto, más allá de la ética y más allá de la moral. La realidad de este instante es inmensurable y todo intento de encajarla en conceptos o en reglas separa Samara de nirvana y lleva así a más Karma. Por lo tanto en el Zen no se trata de lo que debiésemos hacer o no hacer si no que más bien sobre la realidad del aquí y ahora. En este sentido en el Zen no se trata de discutir sobre ética o lo que esta bien y lo que esta mal, si no que simplemente en no hacer el mal y hacer el bien. ¿Que significa entonces hacer el bien? Una pregunta sobre la que trata la siguiente historia:
Un día, preguntado por un poeta, cual será la gran intención del Buda Dharma, respondió el maestro Dorin:
– Abstenerse a cometer el mal. Hacer el bien.
A esto respondió el poeta:
– Si es así, esto hasta un niño de 3 años lo puede decir.
El maestro Dorin respondió:
– Un niño de tres años puede decir que es la verdad, pero ni un hombre de ochenta años la puede realizar.
Después de esta enseñanza el poeta se prosternó ante el maestro y luego se fue.
El poeta tal vez no lograba comprender lo que quería decir el maestro y pensaba que cuando el maestro le estaba diciendo no cometer el mal y hacer bien, le estaba enseñando una moral que tenia como meta hacer el bien y no hacer el mal. Pero el maestro solo describía la realidad desde una situación de no cometer el mal, dado que es solo la inmaculada realidad donde se expresa la ley de causa y efecto y no en un concepto sobre la moral. Para comprender este hecho es necesario realizar Sunyata. Aquel vacío que nos enseña que el pensamiento que nos dice que la liberación de Samara resulta de la abolición del apego, no es otra cosa que un concepto más. Un concepto que crea una frontera entre Nirvana y Samsara y que nos impide encontrar la verdadera paz. Abandonar cualquier concepto que aparezca en la mente, a eso le llamamos confianza en nuestra tradición. Abandonarse con plena confianza a la corriente de causa y condición es el lugar de donde nacen la sabiduría y la compasión.

El Nirvana


El cielo es amplio en su clara magnitud y las aves vuelan en el como aves – Eihei Dogen
En los todos los retiros mensuales que se ofrecen en el templo de Busshinji en Sao Paulo, es posible asistir a Dokusan – una entrevista personal con el maestro. En estas entrevistas es posible recibir enseñanzas sobre diferentes aspectos de la práctica del Budismo Soto Zen. Enseñanzas sobre aspectos como la actitud mental durante Zazen; sobre lo que es el Karma de acuerdo al budismo Mahayana, o también sobre lo que es la iluminación o el Nirvana. Y es que en la cultura occidental podemos encontrar diversos mitos alrededor de la palabra Nirvana. Mitos que muchas veces difieren de la comprensión del budismo Zen. Va aquí otra propuesta sobre lo que es el Nirvana, de la que esperamos que en base al propio balance sirva como fuente de reflexión:
El Nirvana o la iluminación, son términos que en el Budismo por lo general expresan la salida de Samsara y con ello el abandono de la rueda del renacimiento. Una definición que muchas veces ha sido interpretada como si Nirvana fuese un estado en el cual el iluminado ha superado todas las ilusiones y se ha desprendido de todos los apegos. Ósea que un estado de conciencia especial, en el cual la persona iluminada, al haberse desprendido de su ego, no se ve más separada de su alrededor. Una definición que sobretodo en occidente ha llevado a muchos malentendidos y confusión. Malentendidos que resultan de la conclusión que el Nirvana sea un estado especial, separado de Samsara, que nos eleva de la vida mundana en la que nos tenemos que esforzar. ¿Pero que si el Nirvana o la iluminación no fuesen un estado de conciencia especial? ¿Que si la iluminación fuese la condición normal del ser humano y el nirvana no fuese más que el vivir todo instante de acuerdo a esa realidad?
Según la tradición del budismo Zen dijo el Buda al experimentar la unidad: “Todos los seres, la gran tierra y yo hemos alcanzado simultáneamente la iluminación”. En el Zen, que pertenece al tradición Mahayana del budismo, se sacan de estas palabras del Buda diferentes conclusiones sobre Nirvana. Una de estas conclusiones es que la comprensión individual y relativa de lo que es el “yo”, y la visión absoluta en la cual el “yo” no está separado de las millares de cosas y seres, son dos aspectos de una y la misma realidad. Aspectos de una unidad se manifiesta en todas las cosas: entre el cuerpo y el espíritu, entre lo observado y el observador, entre la vacuidad y la forma, así como entre Samsara y Nirvana. 
Por lo contrario ¿que sucede si decimos que el Nirvana y el Samsara, están uno del otro separados? Entonces en el mismo instante no solo que haríamos de Samsara y Nirvana dos conceptos opuestos de la realidad, sino que también creamos una separación entre lo observado y el observador. Pero la realidad en el Budismo no es ni dualista ni es un concepto. La realidad esta más allá del dualismo y de cualquier concepto y no conoce ningún tipo de separación;

Ósea que el Budismo Zen no separa entre Samsara y el Nirvana. Y al no separar entre ambos se supone que el Nirvana no es un estado especial de la práctica o de la conciencia, si no que una manera de vivir la vida de acuerdo a la más profunda realidad. La realidad en la que todo es impermanente y en la que todas la existencias son parte de una unidad en la que todo es vacuidad.

Como ejemplo que el Nirvana no puede ser un estado especial de la práctica, muchas veces se señala hacia la vida del propio Buda. Siddartha Gautama se convirtió en el Buda con la edad de treintidos años. A esta edad alcanzo el nirvana pero no por ello su vida se hizo más fácil. El Buda viajaba por toda la India en tiempos en el cual el viajar resultaba difícil y muchas veces peligroso. Viajes en los cuales Shakyamuni sufrió muchos dolores y penas y en la cual estuvo casi por morir, pero dado que el Buda se había liberado del „yo“ limitado, el dolor era solo dolor así como la alegría era solo alegría. Ósea que de la historia del Buda se puede sacar la conclusión, que dentro de Nirvana existen tanto experiencias positivas como experiencias negativas y estas son aceptadas como diferentes expresiones del cambio continuo y de la interdependencia que existe entre todos los seres y cosas.
Por lo tanto cuando en el budismo se habla de la iluminación, en realidad se refiere a una vuelta a la condición normal. Una condición en la cual el individuo cuando dice yo, lo dice sabiendo que este “yo” incluye tanto todas las existencias como el “yo” que en la vida debe escoger de forma dualista y tomar posición en cuanto a la vida. Un “yo” que une Nirvana y Samsara en si y que el Buda recalca aun sabiendo que no es posible concebir la existencia del yo como algo independiente de la gran tierra y del resto de los seres cuando exclama: “Todos los seres, la gran tierra y yo hemos alcanzado simultáneamente la iluminación”.
Entonces, para volver a la pregunta inicial, si el Nirvana o la iluminación son un estado de conciencia especial, podemos responder que en realidad estos son la condición normal. La condición normal de este instante donde fuera y dentro, cuerpo y espíritu, el ser humano y la naturaleza en la que vive, crean una unidad. La condición normal en la cual Samsara y Nirvana son solo ayudas para describir la inmaculada realidad. Si esto fuese así, si Nirvana significase la condición normal del cuerpo espíritu, quedaría por preguntarse si depende de nosotros mismos si vivimos en Samsara o en Nirvana. Una pregunta a la que el Buda respondió: “Todos los seres, la gran tierra y yo, hemos alcanzado simultáneamente la iluminación”.

Samsara: La rueda de la vida


Normalmente Samsara se considera el opuesto de Nirvana. Es el estado de no-iluminación en el cual vivimos. La existencia mundana. Corresponde con el sufrimiento, propio del mundo material, del que los seres humanos son los únicos seres reencarnados capaces de distanciarse, mediante la liberación, y, posteriormente, de separarse, mediante el nirvana. El tiempo necesario para liberarse del samsara depende de las prácticas espirituales y del karma acumulado en vidas anteriores.

La segunda parte de la palabra “sara” significa “ir”, “seguir” o “mover” y el prefijo “Sam-“ implica algo que es “lo mismo”, “junto a”, “conjunto” o “totalidad”. Esto tiene referencia a que Samsara se considera una ronda interminable de trasmigración – de nacer, morir y volver a nacer.
Samsara también se califica como un estado de “auto-engaño”o ignorancia de la realidad de las cosas. En particular ignoramos (en ambas acepciones del verbo ignorar) que el mundo es insatisfactorio, perecedero e insustancial.

Según el budismo el Samsara no tiene ni principio ni fin. Estamos atrapados en él hasta que ganemos la Iluminación. 


Samyojana Las Diez Cadenas (Samyojana) que nos atan al samsara:


Es el origen dependiente, conocido también como producción condicionada, productos interdependientes, nexos condicionales, nexos causales... Se refiere a la idea de que, mientras permanezcamos ignorantes, apegados, y con odio, continuaremos creando karma, y por tanto, continuaremos renaciendo en este mundo lleno de dolor y sufrimiento. Se describe usando la metáfora de una rueda de la vida, en donde una cosa inevitablemente lleva a otra.

"Todos los fenómenos psicológicos y físicos que constituyen la existencia individual son interdependientes y se condicionan mutuamente unos a otros..." que es lo que nos atrapa en el samsara (The Encyclopedia of Eastern Philosophy and Religion).

1. La creencia de que existe una personalidad separada o individualidad (drishti)

2. La duda de que no haya ningún deseo que satisfacer (vichikitsa)

3. El apego sumiso a las reglas y los rituales (silabbata-paramasa)

4. El deseo sensual (kama-raga)

5. El rencor que desea el mal a los otros (vyapada)

6. El deseo de una existencia material abundante (rupa-raga)

7. El deseo de una existencia inmaterial (arupa-raga)

8. La presunción o el egoísmo (mana)

9. La impaciencia (udhacca)

10. La ignorancia (avidya)

Reinos del Samsara

Dentro del budismo tibetano se habla de los seis reinos del Samsara, término que indica los diversos niveles de realidad en los cuales puede un alma renacer tras el paso por el bardo de la muerte. Los seis mundos de existencia samsárica representan distintas formas de vivir la realidad. Son estados de aferramiento, de estupor, de distracción, que nos disuaden de disfrutar de un estado abierto de la mente.


1: DEVAS (El Reino de los Dioses).


Es el de la felicidad y el orgullo. Sus habitantes son tan poderosos que recuerdan a los dioses de cualquier ciclo mitológico, aunque con algunas diferencias fundamentales, y es que los devas de la tradición budista son seres mortales, no son omnipotentes, ni tampoco son creadores. Son bellos, gozan de larga vida y son ricos en felicidad. Sin embargo, a causa de esa felicidad permanentemente llevan en ellos las condiciones de la pereza y de la derrota. Su presencia en este mundo se debe a su buen karma anterior, pero ello no constituye más que una etapa hacia la liberación final. Siguen estando en el samsara y, por lo tanto sujetos a volver a aparecer, incluso en un mundo menos propicio.
Es como cobrar todo el ahorro de karma positivo de una sola vez, pero al terminar esta vida de Deva, quedara con saldo cero y partirá desde abajo.

2: ASURAS (El Reino de los Semi Dioses). 


El mundo de los celos, la batalla y la racionalización del mundo. Los asuras viven una vida mucho más placentera que los seres humanos, pero sufren de envidia hacia los devas, que a su vez les ven como seres inferiores, tal y como los humanos perciben a los animales.

Este reino se fundamental en la paranoia, en la sensación de que todos son nuestros enemigos y que por ese motivo conviene estar en guardia. Es un mundo militarizado, basado en la mentalidad del guerrero.
Los asuras siempre creen ver la parte oculta de todo, y si esta no existe, si todo está claro, la inventan. Es un mundo de comparaciones y de sospechas. Se les representa con rasgos de combatientes armados con arco y flecha, a veces con el cuerpo ensangrentado e incluso mutilado. La simbología de este mundo violento es la del combate por la satisfacción de los deseos, pero también la del combate contra las energías opuestas y de los impulsos perturbadores, los de la mente, los del cuerpo que no consigue satisfacer sus necesidades, que no consigue mantener la postura.
3:  MANUSYA (El Reino de los Humanos).  
Basado en la pasión, el deseo y las dudas. Se entiende que este es el reino en el que vivimos las personas y se percibe como uno de los mejores para lograr el despertar, ya que dispone de muchas posibilidades favorables.
Este es un mundo muy mental, muy ocupado y perturbado. Los humanos no entienden nada de lo que pasa ni tampoco el sentido de la vida, del samsara ni del karma, razón por la que siempre están intentando conseguir algo y, por supuesto siempre en el exterior de ellos mismos. Los humanos están fascinados por los millones de reflejos del mundo de Mara y pasan el tiempo corriendo tras ellos y vagabundeando.
El ser humano es consciente de todos los reinos que están por debajo y por encima de él y sin duda, añora los placeres que son inherentes al reino de los dioses o incluso al de los asuras. La pasión surge cuando la persona desarrolla un sentimiento de carencia, de anhelo. Existe aquí una atención selectiva, en la que el ser humano cree tener una personalidad propia, lo que le lleva a criticar a aquellas personas que son diferentes a él, o bien toma a otras personas como modelos.

4: TIRYAG - YONI (El Reino de los Animales). 

Se cimenta en la estupidez y los prejuicios. Está formado por todas las criaturas animales no humanas que pueblan el planeta. En general, los humanos ven a los animales con el mismo sentimiento de superioridad con que los devas se comparan con los asuras.
La mentalidad animal es muy directa y sincera, pero carente de todo tipo de sutileza, y por ello, poco inteligente. Es el de los seres que están dominados por la sexualidad o por la ignorancia y reducidos a sus instintos primarios. La mentalidad animal empuja hacia delante, sin preocuparse de si ese esfuerzo es útil ni de las consecuencias del mismo. Sigue las normas de la comunidad y carece de sentido del humor.

5:  PRETA (El Reino de los Fantasmas Hambrientos).

 Se basa en la posesividad y el deseo no satisfecho. Los seres que pueblan este reino se denominan “fantasmas hambrientos” por su incapacidad para disfrutar de la comida o la bebida. No importa cuánto se alimenten, ellos siempre necesitan más. Son seres que están privados del disfrute material y físico, pues en vidas anteriores han sido egoístas imperdonables. Siempre están buscando comida y se les representa con bocas muy pequeñas, del tamaño del ojo de una aguja y, por lo tanto, condenados a no poder engullir nada sólido.Sus esófago esta totalmente contraído, pero, por otro lado, tienen una gran barriga y un gran apetito. Así que siempre están insatisfechos y frustrados.
Este es el reino del consumismo y la falta de medida. Es un mundo donde los seres se sienten miserables, pues siempre hay algo que les falta para llegar a ser lo que desearían. Los sentimientos de insatisfacción provocan comportamientos egoístas y acaparadores.
6:  NARAKA (El Reino del Infierno). 

Constituido por los sentimientos de odio. La visión del infierno en la cosmogonía budista difiere de la de otras religiones en el sentido de que los seres que se castigan viviendo en él no están atrapados ahí de manera permanente. Este es un reino temporal, creado por la propia conciencia, y que se puede abandonar a condición de que se libere todo el karma negativo y que el alma se abra a su propia realidad despierta.

Los infiernos están poblados por seres agresivos que han perdido cualquier referencia de por qué odian o de a quién están dañando. Es un territorio de la conciencia completamente desordenado, en el que los sentimientos aflictivos se dirigen tanto hacia los demás, como hacia uno mismo. Este estado produce sensaciones de ahogo, de claustrofobia, de tortura dirigida autoinfligida, en el que no hay un espacio donde los seres puedan pararse o buscar sosiego. Se trata sin duda del peor de los reinos posibles.
 
FUENTE: http://budismovaldivia.blogspot.cl/2010/12/samsara.html

Libro recomendado: Shōbōgenzō version de Dokusho Villalba

 El Shōbōgenzō es la obra mayor del maestro zen japonés Eihei Dōgen. Está considerada una de las grandes obras de la literatura religiosa y filosófica, no sólo de Japón, sino de todos los tiempos.
La obra, escrita originalmente en japonés medieval, fue redactada a lo largo de veintitrés años. Constituye un excelente resumen de la cultura budista chan de China que Dōgen conoció durante su viaje de peregrinación por los monasterios chinos de la dinastía Song, presentado con la sensibilidad e idiosincrasia propia de un espíritu japonés cultivado como el suyo.
La presente traducción al español es virtualmente una restauración, ya que se ha basado en al menos ocho traducciones al inglés y al francés, y supone el trabajo de un equipo de traductores dirigidos por el maestro zen Dokushō Villalba a lo largo de veinticinco años.




La palabra Shobogenzo se compone de 4 Kanjis: Sho que significa “verdadero” o “verídico”, ho (que aquí se lee bo) que significa “Dharma” o “orden cósmico”, gen que significa “ojo” o “la medula esencial” y “zo” que es un “almacén” o un “deposito” donde se guardan los valiosos tesoros. Shobogenzo es por lo tanto el “almacen donde se guarda el más valioso Dharma” o “donde se guarda la medula de la enseñanza de Buda Gautama”.
En este contexto no se debe perder de vista que de acuerdo a la comprensión del maestro Dogen la práctica de Zazen es el corazón de las enseñanzas de Buda Gautama. El Shobogenzo no es de fácil comprensión para alguien que desee comprender solo a nivel intelectual y en realidad la práctica de Zazen es imprescindible para una comprensión mas profunda del Shobogenzo, dado que el Buda Gautama realizo la verdad justamente a través de la práctica de Zazen.
Shakyamuni transmitió la práctica de Zazen al primer ancestro de la india a Mahakasyapa y esta transmisión fue continuada hasta que llego al maestro ancestral número 28 que fue Bodhidharma. Este fue a China y le trajo al pueblo chino la práctica de Zazen. En el siglo 13 el maestro Dogen fue a China y aprendió el profundo sentido de esta práctica del maestro Nyojo. No hay ninguna duda de que el maestro Dogen recurra en el Shobogenzo continuamente a la línea de la transmisión. Es importante tener siempre en mente este propósito del maestro Dogen si queremos comprender el verdadero sentido de esta obra.
La palabra Shobogenzo aparece por primera vez en un sutra chino el: “Daiboten o monbutsu ketsugi kyo – El sutra de las preguntas y respuestas entre Mahabrahman y el Buda” y en el capitulo 68 del Shobogenzo “la flor Udumbara” el maestro Dogen se refiere a la transmisión:
“El Buda Shakyamuni tomo una flor y la hizo girar delicadamente entre sus dedos. Nadie comprendió aquel gesto, sólo Mahakashyapa sonrío. Entonces el Buda dijo:
“Poseo el ojo del dharma, el espíritu del despertar. Tú eres el único que ha comprendido la esencia de mi enseñanza. Ahora te transmito el dharma, pues lo haz actualizado”.
El espíritu del Buda era como un espejo en el que se reflejaba el de Mahakashyapa. Mientras que los demás, querían agarrar la luna en el lago, cavilando sobre el significado de la enseñanza que el Buda acababa de dar, Mahakashyapa solo estaba presente, aquí y ahora. Estaba en perfecta unión con el espíritu de su maestro. Su espíritu estaba disponible, sin rechazar nada, perfectamente puro. Eso es a lo que se llama el espíritu original. Ese espíritu es la enseñanza misma. 

Alan Wallace sobre Dzogchen. [Sub español]

¿Que es el Dzogchen? 

Dzogchen, de acuerdo con la escuela "Ñingmapa" del budismo tibetano y la tradición Bön, es el estado primordial y condición natural de todo ser, una condición no-dual, sin apego y conceptos.

En cuanto enseñanza, Dzogchen o Gran perfección es la enseñanza y el método natural para descubrir dicho estado primordial y condición natural. Tanto la escuela budista Ñingmapa como la tradición Bön consideran esta enseñanza y método como su enseñanza central y más importante, y como el sendero supremo y definitivo para obtener el Nirvana (Iluminación). Las enseñanzas de la escuela Madhyamaka sobre el vacio (shunyata), que muchas tradiciones consideran como las más elevadas del budismo, son minuciosamente compatibles con Dzogchen. Sin embargo, para la enseñanza Dzogchén la vacuidad es sólo uno de los aspectos de la realidad fundamental, conocido como katak (ka dag), mientras que el otro es la perfección espontánea o lhundrub (lhun grub), lo existente.

La naturaleza última es conciencia primordial, pura y que todo lo abarca sin apego a los fenómenos originados por el karma. Esta conciencia intrínseca de una mente que se ha trascendido a si misma, no tiene forma ni es perceptible, experimentable o expresable en ninguna forma física. Es, sin verse afectada por ninguna forma en un camino único y permanente. La analogía que dan los maestros Dzogchen es que la naturaleza es como un espejo que refleja con total claridad y nitidez pero al que no afectan los reflejos, o como una bola de cristal que toma el color del material donde se coloca sin cambiar ella misma en ningún momento de color.

Otras frases evocadoras utilizadas por los maestros la describen como un vacío que todo lo llena, o como un espacio que está vacío. Cuando un individuo es capaz de mantener el estado de rdzogs chen continuadamente, no experimenta dukkha o sentimientos de tensión, ansiedad o tristeza en su vida diaria.
Para saber más sobre Dzogchen : Puedes revisar esta otra entrada